Rafael Catalano está al frente de la fábrica de motopartes y agropartes que lleva su apellido. Hijo del fundador de la empresa creada en 1966, conoce todo el recorrido que lo llevó desde la fábrica inicial, en Provincias Unidas entre Vélez Sarsfield y Gorriti, al actual predio en el Parque Industrial de Alvear. Por experiencia propia, y por lo que le trasladó su padre, sabe de las peripecias para sobrevivir a la tablita de Martínez de Hoz, a la apertura de importaciones y a todos los desaguisados y vaivenes de la economía argentina.
El actual presidente de la Asociación de Industriales Metalúrgicos de Rosario cree que el dólar atrasado y los salarios caros en dólares, pero a la vez insuficientes para mantener una familia, son inconsistencias del actual modelo económico. También piensa que el negocio de las coronas y piñones para motos tenderá a la baja y a la vez espera que la fabricación de insumos para el agro sobreviva un poco más en el tiempo, tendiendo a la especialización y el servicio.
«Como industrial, tengo que saber que este pedazo de fábrica, si no la tengo amortizada, es un costo hundido», explica Catalano en diálogo con EconomíaReal, mientras se prepara para otro proceso de apertura indiscriminada y una nueva reconversión: «Siempre le dicen a la industria «reconvertite». No es sencillo, es un proceso largo. Yo no creo que la industria no se pueda reconvertir, sino que creo que tienen que darse los tiempos para eso. En el comercio es diferente: hay una locación, una estantería y si el producto es una computadora o es un vaso, en la estantería entra. Acá nosotros tenemos una capacidad instalada, tenemos maquinaria específica y para reconvertir eso hay pérdidas grandes».
—¿Cuál es el producto con el que más facturan en este momento?
—Es el disco y cuchilla para la maquinaria agrícola. Es el que va en la sembradora. Es nuestro producto más importante, que va a terminales de maquinaria agrícola y también va mucho a reposición.
—¿Exportan?
—Exportamos a Uruguay y a Bolivia. A Uruguay hace ya 20 años que exportamos ininterrumpidamente. La venta a Bolivia es más esporádica. Con todo lo que implica exportar en Argentina. Creo que se puede, no es fácil.
—¿El cambio de diciembre del año pasado cómo los encontró? ¿Qué cambio hubo a favor y en contra?
—A favor podemos decir que frente a una exportación nos deja mejor parados. Teníamos antes una brecha muy diferencial, que podemos decir que el mercado interno subsidiaba el mercado interno. Después de 20 años vos no podés decirle a un cliente “te voy a subir en dólares, porque se me ocurre”. El mundo no trabaja así. A la vez, nosotros exportamos el 15% de nuestra producción. Si exportáramos el 90% estaríamos más contentos. La realidad es que el que tracciona es el mercado interno y en ese mercado sí fuimos impactados por la gran recesión que hay en general. No hablo de pareceres, son datos que dicen que en julio toda la actividad metalúrgica interanual cayó un 14%. En agosto un 17%. Son datos reales.
Mientras más cerca del consumidor (las caídas) son más grandes y cuanto más lejos del consumidor más chicas. Empresas que están relacionadas con Vaca Muerta, gas, petróleo y minería, el impacto fue una baja del uno o dos por ciento. Empresas que están relacionadas con el comercio el impacto fue mayor. Son números significativos.
En nuestro caso la caída es del 10, 12 por ciento, pero nosotros no hicimos baja de personal. Es más, nuestros costos subieron un montón y los precios no los pudimos subir al mismo nivel. La conservación de la mano obra en medio de la caída de ventas es un valor que tiene la industria. Preparar a una persona para que esté acá activa lleva su tiempo. Y no lo querés perder. Porque siempre decimos “el mes que viene va a cambiar”. Y este año pasaron nueve meses duros.
—¿En todos los meses la baja interanual de las ventas fue similar?
—Nuestra temporada fuerte es de julio a noviembre. Entre julio y septiembre es muy fuerte. En maquinaria agrícola nuestro cambio fue el 25 de julio. Veníamos tranquilo, tranquilo, tranquilo, y pensaba que si julio cerraba así ya era preocupante. Y el 25 levantó. Creo que ahí hay un poco de todo. Algo de especulación, un poco de esperar hasta lo último para ver. Antes se compraba para tener y ahora al revés: todos esperan hasta lo último para comprar, porque mi resguardo de valor hoy es otra cosa. No la mercadería. Todos esperaron hasta lo último y cuando se dieron cuenta era tarde. La reacción que tenemos en la industria no es instantánea. Se mueve mucho, tanto para arrancar como para parar. En el stock yo siempre tengo el doble o el triple que cualquier otro, porque yo tengo la materia prima, el producto en proceso y el producto terminado. Arrancar o frenar la industria no es tan fácil. Tiene una inercia compleja.
—¿Por qué el 25 de julio?
—En realidad el mes de arranque fue julio y se esperó hasta lo último.
—¿Y a partir de ahí se sostiene?
—En maquinaria agrícola sí.
—¿Entonces la comparación cómo te da?
—Hoy estamos por lo general abajo, porque los tres primeros meses fueron muy duros.
—¿Mes contra mes?
—Agosto contra agosto estamos igual a lo mejor. Pero vengo de un acumulado muy malo. Tengo que levantar el muerto de los meses anteriores. Los últimos tres meses del año pasado fueron terribles. El que sobrevivió a eso tiene que saber que está bien del corazón. En cualquier rubro. Fueron tres meses caóticos. Desde octubre hasta diciembre, y hasta enero también, fueron caóticos. Se juntaron las elecciones, dos políticas totalmente distintas. Uno porque salía, otro porque entraba, uno porque te da plata, el otro porque te la saca. Y uno está en el medio. Yo quiero producir y que la gente cobre más, porque es una realidad. Venimos de un proceso de muchos meses con asalariados pobres. No es saludable eso. Y por otro lado, como industrial, no me es fácil pagar los sueldos.
—Se da el contrasentido de que aumentan los sueldos en dólares, lo que complica la competitividad para exportar, pero además esos sueldos no alcanzan.
—Yo eso lo reconozco. Después es otra la discusión que tenemos que dar para ver si los puedo pagar o no como empresa. Ahora, si pasamos a los números que tendría que ganar una persona no queda nadie. Es una lucha de poderes de dos que no están conformes ninguno de los dos. Hoy los salarios que se están pagando para la industria y para la general son caros, pero no sirven. En el bolsillo de una persona no sirven.
—¿Cómo visualizás la salida? ¿Creés que hay inconsistencias en el plan económico?
—Creo que las salidas son muy complejas. No veo que con ninguna receta haya una salida fácil. Eso se ve. La complejidad que tiene un empleado para llegar a fin de mes es la complejidad que tenemos nosotros para llegar a fin de mes y ver qué pagamos y qué no pagamos. Para mí el problema a veces son los tiempos. Yo creo que la salida es la generación de empleo. Argentina tiene que generar muchísimo más empleo privado. Pero la salida no es que mañana no haya más empleados públicos. Primero hay que generar empleo privado y después si querés achicá el gasto del Estado. Hay que darle la oportunidad de que puedan insertarse en el mercado laboral. Hay que generar demanda de trabajo. No estamos generando demanda de empleo. Hace doce meses que cae el empleo privado. Y la salida es con más empleo. Para colmo los que están empleados no cobran salarios saludables. Imaginemos la complejidad. No hay que dejar a ningún sector afuera. Ni la industria, ni el agro, ni el comercio, ni el turismo, ni la minería, ninguno. Porque somos 50 millones de habitantes, donde necesitamos 25 millones de puestos de trabajo y hoy no los tenemos. En el empleo privado, ¿cuántos hay? Ponele 12 millones, contando monotributistas. Tenemos que duplicar la cantidad de empleo, y ahí es donde hay que trabajar.
—¿Hay incentivos hoy como para que eso pase? ¿O al revés?
—Hoy no creo que haya incentivos. El Rigi hasta el momento no está funcionando. Ojalá funcione. No lo termino de ver. No creo que vaya a funcionar, pero ojalá que sí. Hay un montón de cosas que para mí no están bien. Pero ojalá que le vaya bárbaro. Porque si no nos hundimos todos. Yo quiero que cualquier presidente que sea termine el mandato y si se tiene que quemar que se queme bien quemado. A mí me preguntan si estoy de acuerdo con este gobierno. Yo no estoy ni a favor ni en contra. Es lo que ganó y desde ese lugar trato de modificar mi ecuación para tratar de sobrellevarlo. Pero es muy complejo. El pueblo elige al presidente. Sí voy a salir a decir las cosas que para mí están mal, desde el rol que pueda. La industria aporta un montón de valor y un montón de mano de obra.
Yo siempre hacía la comparativa en la corona. Si nosotros medimos simplemente el hecho del costo le estamos sacando un montón de datos al análisis. Porque a mí me decían “la corona tuya vale dos y la de afuera vale uno y medio”. Está bárbaro, pero para hacer esa corona de dos, necesito diez personas. Y vos para hacer la corona de uno y medio, sólo uno. Estoy dando un valor en impuestos, en empleo, etc. No se puede tomar el valor como costo. Yo como empresa dándole trabajo a 50 personas no es lo mismo que darle a 10. Hay un valor implícito en la generación de empleo que a veces no se toma en cuenta.
—Este gobierno no parece tener esa mirada, pero además dice que arregla la macroeconomía y después el empresario tiene que arreglarse solo.
—Ahí disiento bastante. Es como si en seguridad alguien dijera yo le pago a los jefes policiales y si abajo hay un delito no me importa. No. Creo que no hay que se “ultraintervencionista”, pero falta sintonía fina. Me parece que en la micro hubo un montón de cosas que se podían hacer muy fácil y no se hicieron.
—¿Cómo qué?
—Por ejemplo, estamos hablando de un gobierno que dice que quita impuestos. Primero, no le hemos visto todavía. Y después, si quisieran mejorarle el salario a la gente, simple, sacale el IVA a los alimentos. Mirá que fácil. Un empresario o un industrial paga alimentos más baratos, porque puede ver qué hace con ese IVA. Y un operario paga el 20 por ciento más en alimentos. En lugar de pagar 120 mil pesos, tendría que pagar 100 mil. Mirá que fácil. Estamos hablando de algo que está mal desde siempre. No es de este gobierno. Es una medida que da 20 por ciento más de poder adquisitivo dentro del supermercado. Tenemos que hacer un pacto real entre las provincias. No puede ser que una provincia cobre una cosa, otra provincia otra cosa, en Ingresos Brutos, en lo que sea, un despropósito. Y ahí hay que ver si somos federales o no. Porque cuando conviene somos un país federal, pero cuando no conviene “es la autonomía de las provincias”. ¿Cómo es? Yo creo que hay obras estructurales públicas que no se pueden dejar de lado. No podés dejar de lado rutas y un montón de cosas. Ni siquiera estoy hablando de empleo, estoy hablando de lo estructural y necesario. No es todo blanco o negro. Y creo que hay que empezar a ver los grises. Si era curro sáquenlo, pero no todo es curro. Tendríamos que empezar a analizar un poco más en profundidad las cosas. No esto de ser de uno o de otro.
—Me gustaría hablar del tema costos, en particular en la energía, en Santa Fe algunos empresarios se quejan de un cobro extra.
—Sí, los que son electrointensivos. En el caso particular nuestro, si bien es un número importante no es el que nos impacta más la energía. Ya sea energía eléctrica o gas. La realidad nuestra es que hay que empezar a hacer costos, en todo aspecto, ya sea por gastos, mano obra o materia prima. Tenemos que empezar a trabajar muchísimo más profundo en eso. La energía eléctrica es de lo que más subió. Si vemos los números son muy grandes. En la fundición o en las alimenticias pega mucho más que acá. En el rubro nuestro estamos en un 4 o 5 por ciento de la masa salarial. Igualmente hay que mirar lo que valía el KW el 1° de octubre del año pasado y lo que vale hoy. Y los números son significativos, bastante por encima del índice de inflación. La mano de obra en el rubro nuestro fue la que acompañó. La materia prima, en lo particular nuestro, que es la chapa, bajó. Todos los otros insumos no. El otro número que tenemos que evaluar es cómo se tomaba el costo financiero. Ese era un número que hoy se acomodó. Lo que no se acomodaron son los otros costos ocultos que había dentro del número final.
—¿Cómo mirás al futuro? ¿Cómo te tendrías que adaptar a lo que pueda llegar a venir en los próximos meses?
—Considero que se viene un mercado más abierto. Yo no quiero que nos cerremos. Lo que digo es que hay que generar condiciones para competir. Obviamente que en un mercado cerrado algunos vicios se generan. Pero a mí generame condiciones y después a competir. Es como que digas a alguien que no está preparado que al día siguiente tiene que correr una maratón. Dame un tiempo y decime cuáles van a ser las reglas. Porque esa es la otra. Te invitan a correr una maratón y cuando llegás te dicen que eran 100 metros. Yo creo que esa incertidumbre hace que este siempre a un pasito del final. A la hora de invertir, alguno recuerda: “Che, pará, la última máquina que compramos está con un nailon porque pasó tal cosa”. Eso hace que mesquinemos. ¿qué va a venir? Imagino un mercado abierto. Todo el mundo ya sabe que contra China no se puede competir. Entonces te corrés o evaluás la forma de cómo estar en ese mercado. Los chinos te dejan el 10 por ciento del mercado, de todo lo que es complejo. Vos vas a comprar una corona de un modelo que hay cinco motos en Argentina, eso no viene de China. Entonces, te quedás en un nicho y ves si te sirve o no.
Después, en lo nuestro en particular lo que estamos haciendo es evaluar las opciones para ver qué productos y qué servicios vamos a poder brindar. Yo creo que vamos a tener que generar el valor del servicio y del integral general. Creo que en agro todavía tenemos un tiempo más. En motos no veo que den los números para que empresas argentinas produzcan acá. Esa es la realidad. En cuanto al agro, el chacarero o el productor lo que le gusta es una máquina más tuneada, no tan estándar, y al ser un producto no tan estándar creo que hay una posibilidad. Y después evaluar productos que sean de más valor agregado, y que se respete muchísimo más la calidad que la cantidad o el precio. Y desde esa cabeza, yo como industrial voy a tener que saber que este pedazo de fábrica, si no la tengo amortizada, es un costo hundido. Y desde ese lado, poder reconvertir internamente a la gente. Hoy estamos pensando así. Es duro pero es así. Porque yo tengo que pensar en base a lo que puedo hacer. Lo que yo quiero que cambie, voy a los ámbitos donde tengo que estar y peleo.
—¿Cómo trabaja la provincia en ese marco?
—Lo veo un poco más saludable. Veo que valoran a la producción en general. Tenemos un ministro de Producción muy presente. El secretario de Industria también. Rosario está más vivible. Eso hay que decirlo. La parte de seguridad mejoró muchísimo. Veo que con las pocas herramientas que tienen está haciendo un camino saludable. Y me imagino la complejidad de estar por un lado pidiendo plata y por el otro pedir polícías y apoyo en seguridad.
—Vos decís que te preparás para la apertura…
—Ya la viví, ya me pasó. Negar la realidad no creo que sea saludable.
—Encima hay un dólar atrasado que conspira contra lo salida de la exportación.
—No hay dudas de que hay un dólar atrasado. Cuánto no sé. El problema es que cuándo se toca el dólar y salta es lo mismo que nada. Yo en febrero o marzo te decía que la exportación era lo mejor que había y hoy ya estamos empezando a decir “otra vez”. Hoy tenemos un dólar complejo para la industria interna y complejo para la exportación. Eso es así. Hablá con cualquier economista, no sé el porcentaje, pero está atrasado. Creo que ahí es donde tiene los problemas más grandes. Yo en ese aspecto no veo que se hayan mejorado los costos. Hubo más licuación real que mejoramiento de competitividad. ¿Que los números dan una macro mejor? Sí, pero hubo mucha licuación. El primer salto que se dio en diciembre fue licuación total.